jueves, 1 de febrero de 2018

LOS FRANCISCANOS DE LA INMACULADA BAJO LA APLANADORA

El P. Fidenzio Volpi, Comisario Apostólico de (contra) los Franciscanos de la Inmaculada, con el papa.

“En 2006, las herejías siguen surgiendo, las mismas autoridades propagan el espíritu moderno y modernista del Vaticano II y lo imponen a todos como una aplanadora (es la premisa menor). (...) Si la premisa menor cambiase, es decir, si hubiese un cambio en la situación de la Iglesia en relación con la Tradición, esto podría llevar a un cambio correspondiente de la conclusión, ¡sin que nuestros principios hubieran cambiado en nada! (...) Ahora bien, no hay ninguna duda que desde 2006, estamos asistiendo a un desarrollo en la Iglesia, a un cambio importante y muy interesante, aunque poco visible (...) ¡Es tal vez en Roma en donde estas cosas son más manifiestas! (…) Nuestra percepción de esta situación es tal que creemos que los esfuerzos de la jerarquía que envejece no podrán detener más este movimiento que nació y que quiere y espera, aunque vagamente, la restauración de la Iglesia. (…) no creo que este movimiento pudiera ser detenido. Si esto es cierto, y de eso estoy seguro, eso exige de nosotros una nueva posición en relación con la Iglesia oficial. Es evidente que tenemos que apoyar con todas nuestras fuerzas a este movimiento, posiblemente guiarlo, iluminarlo. Esto es precisamente lo que muchos esperan de la Fraternidad.” (Mons. Fellay, CorUnum 101, marzo de 2012). "Tenemos al papa, yo diría, de nuestro lado" (Mons. Fellay, conferencia para Angelus Press, enero de 2016). "Está muy claro que el papa Francisco quiere dejarnos vivir y sobrevivir" (Mons. Fellay, entrevista de marzo de 2016).

Fuente: Adelantela Fe (Extracto. Énfasis en negrita añadido por NP)
Franciscanos de la Inmaculada: se alza una voz valerosa
RORATE CÆLI
Padre Paolo M. Siano
Corrispondenza Romana
24 de enero de 2018

Hace pocos días, el pasado 21 de enero, se cumplió un aniversario importante, no sólo en la historia de nosotros los Franciscanos de la Inmaculada. Aquel día de hace 6 años (2012) tuvo lugar en nuestro convento romano de la Vía Boccea el encuentro entre el entonces Consejo General de los Franciscanos de la Inmaculada y cinco frailes que se oponían a la persona y el gobierno del padre Stefano Manelli, fundador y ministro general.
Junto con otros docentes y encargados de formación del entonces Seminario de los Franciscanos de la Inmaculada, fui invitado por el P. Manelli a participar del encuentro. Éste duró toda una jornada, dividida en dos sesiones, y fue devastador por la cantidad y la vehemencia de las ponzoñosas acusaciones vertidas contra él.
En retrospectiva, nos damos cuenta de que esas acusaciones se iban desarrollando en la campaña de desprestigio y la guerra eclesiástica, mediática y judicial contra el padre Manelli, guerra promovida o avalada por algunos eclesiásticos (incluso vaticanos), hermanos, seglares y un sacerdote diocesano. En estos seis años he asistido a la objetiva devastación de mi familia religiosa (frailes, hermanas y laicos), a la persecución (todavía en curso) del padre fundador y del auténtico carisma de nuestra orden aprobado por el papa san Juan Pablo II.
El futuro vocacional mío y de otros hermanos de la orden que, como yo, defienden la persona y la línea de los fundadores, es incierto. En vista de los hechos, estoy convencido de que al menos mientras dure este pontificado seremos objeto de monitorización, obstrucción y persecución, vayamos adonde vayamos y hagamos lo que hagamos, y sea lo que sea que lleguemos a ser. En el mencionado encuentro de 21-1-2012, aquellos tres hermanos italianos nos dijeron en sustancia lo siguiente (soy testigo): «Si no sacáis el latín del Seminario, os denunciaremos ante la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, donde saben que hay “modernistas” [o “progresistas”] que os pondrán bajo administración externa». Y eso mismo fue lo que sucedió. No nos plegamos a la amenaza, y tuvimos visita y administración.
En resumen, el plan de algunos se podía intuir desde hacía algún tiempo: calumniar, y destruir al P. Manelli “identificándolo” ya con monseñor Lefebvre, ya con el P. Maciel Degollado, ya con el hermano Elia da Cortona. Y por consiguiente apartar a los Franciscanos de la Inmaculada de su enfangado fundador y vincularlos al P. Kolbe; tratar a los fundadores de infieles a la Iglesia y al carisma de su orden; negar su aporte carismático (vg.: voto mariano y pobreza franciscana); levantar nuevos «fundadores» y reprogramar a los Franciscanos de la Inmaculada, tal vez llevándolos a deslizarse lentamente hacia un probable «retorno» a los Conventuales o a otros Frailes Menores.
En resumidas cuentas, a la luz de lo sucedido en los últimos seis años, es patente que desde el principio algunos tenían la intención de destruirnos.

En efecto, tememos que los que quieren «reprogramarnos», sean de hecho influenciados por alguno de los principios que han constituido la amalgama del tomismo trascendental de Karl Rahner y la Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez (1971). Eclesiásticos y seglares al servicio de la Iglesia formados con semejante mentalidad progresista no pueden menos que desear y provocar nuestra destrucción. Mientras ejerzan influencia en la Iglesia, no tenemos escapatoria.

Apelar a los dicasterios vaticanos parece inútil. Nuestras hermanas Franciscanas de la Inmaculada habían apelado a la Signatura Apostólica contra la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, y probablemente les habrían dado la razón y se les habría hecho justicia. Pero desde arriba, en vez de respetar el debido procedimiento legal, alguien lo ha bloqueado prácticamente todo, quizá solicitando la sentencia de la Signatura, al aceptar la «solicitud» de la mencionada congregación y ha decretado una nueva administración externa.
En conciencia y por lo que sabemos, ante al Divino Juez, el Dios de Israel, no podemos seguir callando ni aceptar silenciosos e impasibles al triunfo de injusticias y falsedades que verdaderamente claman a Dios pidiendo venganza. Dios y María Santísima Corredentora, nueva Ester, nos ayuden a saber sufrir por el bien de la Iglesia.
No sabemos qué nos deparará el  futuro, si seremos Franciscanos de la Inmaculada, o sacerdotes diocesanos o se nos reducirá al estado laico. Solo una intervención extraordinaria de la Gracia puede salvarnos. De lo contrario «moriremos» en cuanto a vocaciones, pero moriremos con honra, no como traidores. ¡Amén!
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